
Las dos imágenes que forman esta portada, hablan por si mismas. A Sánchez le insultan “grupos de personas”, y a Abascal “cientos de radicales” le boicotean… La doble vara de medir en los medios de comunicación afines a determinadas ideologías, y en las redes sociales en donde los bots de Vox ya quedaron al descubierto por un error informático también la está teniendo Abascal, quien se queja de que se haga pública la dirección de su hogar por si allí acude gente a plantarle un par de de escraches.
Sin embargo no se está poniendo freno a la escalada de violencia física y verbal que está propiciando Vox desde su irrupción en España. El odio se ha demostrado como una estrategia política del populismo y avanza pasito a pasito hasta instalarse en la sociedad sin que esta se percate de su peligrosidad.
La estrategia no puede sorprender a nadie, porque es la misma que empleó Donald Trump en su carrera hacia la Casa Blanca en donde, entre otros, ha llegado a defender el terrorismo supremacista de Charlottesville, en Estados Unidos. Ojo a este dato, el número de grupos radicales estadounidenses que se dedican a atacar a personas por su raza, religión, origen étnico u orientación sexual batió récord en 2018 al alcanzar los 1.020, “espoleados” por el discurso del presidente .Y ya sabemos cómo ha terminado todo. Con un estado de sitio virtual desde el asesinato de George Floyd.
España no está en esas, cierto. Pero se está perdiendo el derecho a discrepar, que ya es lo suficientemente grave como para que la Fiscalía corte de raíz cualquier algarada que lo fomente desde uno y otro bando y obviamente desde sus medios afines.

